Paseando hacia una gloria incierta
Ayer se inauguró oficialmente la 55 Fira del llibre d’ocasió antic i modern de Barcelona, organizada por el Gremi de llibreters de vell (creo que no hace falta la traducción). Hasta el próximo 8 de octubre, el Paseo de Gracia contará con 41 paradas donde podremos pasear a la vez que hojeamos libros de segunda mano a buen precio.
De hecho, aunque la inauguración fuera ayer, el jueves por la tarde ya había algunas paradas montadas con sus libros expuestos a los paseantes. Lo sé porque ella me llamó el jueves a la oficina.
–Qué harás cuando salgas.
–Pues pensaba ir a casa.
–Ah, vale…
–¿Por qué lo dices, te apetece hacer algo?
–Quedamos por el centro ¿vale? Me apetece pasear un rato.
Y así fue como, después de merendar en una cafetería, caímos de bruces en esa maraña de libros. Decía Oscar Wilde que la mejor manera de evitar una tentación era caer en ella, y como nosotros somos muy leídos, pues hicimos lo propio ante una seductora parada con libros bastante interesantes. Me quedé con una antología de cuentos rusos, de la editorial Bruguera, encuadernada en rústica y cosida, que abarca desde Pushkin a Solschenitzin pasando por Gorki o Chejov entre otros. Falta Dostoyevski.
Según los artículos que he leído en la prensa, los precios van desde un euro hasta los seis mil. Este en cuestión costaba cuatro euros, pero antes de pagar vi que comprando tres me salía por diez euros, así que nos pusimos manos a la obra. Una selección de cuentos de Heinrich Böll nos tuvo tentados, hasta que descubrí, sepultado bajo una colección de novela catalana, el primer volumen de Incerta Glòria de Joan Sales. Nos sonreímos pensando en lo mismo y continuamos en busca del segundo volumen hasta que dimos con él.
–¿Serán sólo dos?
–No sé… a mí me suena que eran tres o cuatro partes.
–Mira, el segundo volumen empieza con la tercera parte.
–¿Estará todo entonces?
–¿Lo llamamos?
–Lo llamamos.
Y llamamos a Don Gregorio para que nos confirmara que, efectivamente, era lo que teníamos. Pero sobretodo que fuera la edición de Planeta. Lo era, pero del año 1988, aunque igualmente la metimos en el saco. Así que pagamos y nos llevamos nuestro botín de paseo, chino chano, hasta el Boadas, última parada antes de ir a cenar al Machiroku.
De hecho, aunque la inauguración fuera ayer, el jueves por la tarde ya había algunas paradas montadas con sus libros expuestos a los paseantes. Lo sé porque ella me llamó el jueves a la oficina.
–Qué harás cuando salgas.
–Pues pensaba ir a casa.
–Ah, vale…
–¿Por qué lo dices, te apetece hacer algo?
–Quedamos por el centro ¿vale? Me apetece pasear un rato.
Y así fue como, después de merendar en una cafetería, caímos de bruces en esa maraña de libros. Decía Oscar Wilde que la mejor manera de evitar una tentación era caer en ella, y como nosotros somos muy leídos, pues hicimos lo propio ante una seductora parada con libros bastante interesantes. Me quedé con una antología de cuentos rusos, de la editorial Bruguera, encuadernada en rústica y cosida, que abarca desde Pushkin a Solschenitzin pasando por Gorki o Chejov entre otros. Falta Dostoyevski.
Según los artículos que he leído en la prensa, los precios van desde un euro hasta los seis mil. Este en cuestión costaba cuatro euros, pero antes de pagar vi que comprando tres me salía por diez euros, así que nos pusimos manos a la obra. Una selección de cuentos de Heinrich Böll nos tuvo tentados, hasta que descubrí, sepultado bajo una colección de novela catalana, el primer volumen de Incerta Glòria de Joan Sales. Nos sonreímos pensando en lo mismo y continuamos en busca del segundo volumen hasta que dimos con él.
–¿Serán sólo dos?
–No sé… a mí me suena que eran tres o cuatro partes.
–Mira, el segundo volumen empieza con la tercera parte.
–¿Estará todo entonces?
–¿Lo llamamos?
–Lo llamamos.
Y llamamos a Don Gregorio para que nos confirmara que, efectivamente, era lo que teníamos. Pero sobretodo que fuera la edición de Planeta. Lo era, pero del año 1988, aunque igualmente la metimos en el saco. Así que pagamos y nos llevamos nuestro botín de paseo, chino chano, hasta el Boadas, última parada antes de ir a cenar al Machiroku.
2 comentarios:
Y yo que estaba sumergido en "El laberinto de las sirenas" oí de pronto una voz que decía "Hola, soy la C." y, tonto de mí, lo primero que hice fue comenzar a descartar: "Pues al C. de Premià no es, la de Teià tampoco... pero esta voz..." y entonces me dí cuenta que era otra sirena salida de un montón de libros del Paseo de Gracia. He tenido que recalificar a la C. en mi archivo: ahora se encuentra en el apartado "Sirenas".
Fragmento de conversación telefónica:
-Si?
-Hola soy la Celia.
-...
-ejem...
-Un momento, que conozco muchas Celias.
-Celia no hay más que una y a las demás las mataremos!
-Por supuesto, por supuesto, faltaría más, Doña Celia.
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