No quisiera yo molestar
Cada día que pasa nos hundimos más en el fango de las moralinas bienpensantes, quitando las espinas a las rosas y condenando palabras a base de eufemismos en nombre de la corrección política, ese eufemismo que no es más que un gran saco donde cabe desde la censura hasta la mentira. Raza hace tiempo que desapareció; sexo está mutando en género y la gente ya no muere, fallece o traspasa. Y no es que se nos prohíba opinar, es que ya nos quieren robar hasta la posibilidad de pensar o de poner en duda según qué. Todo en aras de nuestro propio bienestar, claro está, para proteger nuestras débiles mentes de ideas perversas o peligrosas. Es la táctica del avestruz. Para evitar conflictos, pues no se habla de ellos, a ver si así se volatilizan. La negación del individuo como ser autónomo. Si un imbécil coge un coche y se estampa a doscientos quilómetros por hora, es porque ha visto una película que hacía apología de ello, no porque sea imbécil. Si un cernícalo le pega un tiro a su mujer, es porque estaba escuchando Hey Joe por la radio, no porque sea un cernícalo.
Hace unos días, en el café se hablaba de algo parecido. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para que nadie se sienta insultado u ofendido, para que no exista ni un ápice de sospecha de incorrección? En la película "El rey pescador" de Terry Gilliam se abordaba este tema y nos planteaba hasta dónde llega la influencia y responsabilidad de los medios de comunicación. Algo parecido se afrontó en un capítulo de la serie "Doctor en Alaska". Hay un asesinato y le echan parte de culpa al locutor de la radio por poner según qué canciones. Y es que, no nos engañemos, si hoy algún músico compusiera Hey Joe, en el mejor de los casos sería censurada en los medios.
Y en eso andaba yo pensando. Que antes de que me la prohíban –Yes I did, I shot her- aprovecharé para colgarla aquí.
(sugerencia de consumo)
Hey Joe en versión de Jimi Hendrix, tocando en Monterrey en 1967
Hace unos días, en el café se hablaba de algo parecido. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar para que nadie se sienta insultado u ofendido, para que no exista ni un ápice de sospecha de incorrección? En la película "El rey pescador" de Terry Gilliam se abordaba este tema y nos planteaba hasta dónde llega la influencia y responsabilidad de los medios de comunicación. Algo parecido se afrontó en un capítulo de la serie "Doctor en Alaska". Hay un asesinato y le echan parte de culpa al locutor de la radio por poner según qué canciones. Y es que, no nos engañemos, si hoy algún músico compusiera Hey Joe, en el mejor de los casos sería censurada en los medios.
Y en eso andaba yo pensando. Que antes de que me la prohíban –Yes I did, I shot her- aprovecharé para colgarla aquí.
(sugerencia de consumo)
Hey Joe en versión de Jimi Hendrix, tocando en Monterrey en 1967
6 comentarios:
Por favor, avise. Hay nombres que nos e pueden pronunciar sin una advertencia previa, porque deben ser leídos como corresponde, es decir, desde el reclinatorio. Me refiero a "Doctor en Alaska", una serie de devocionario para mi agente conspirador y para mí.
Vaya, ¿para Ud. también Don Gregorio? Guardo los capítulos de "Doctor en Alaska" como un rabino guardaría un talmud.
Debería ser materia de aprendizaje obligatorio en todas las escuelas.
Tengo yo una versión del Hey Joe en castellano con acompañamiento de piano que es para que me detengan.
Ey juanito, ande vas con esa pipa en la mano...
Palimp... ¡tremendo! Me dejas boquiabierto y sin palabras. ¿También huye hacia el sur, camino de México?
¡Qué razón tienes! De hecho, un imbécil que coge un coche y se estampa a doscientos quilómetros por hora y un cernícalo que le pega un tiro a su mujer, lo más probable es que tengan un alto grado de alcohol en sangre. Pero esa causa, ¡vaya por Dios!, tampoco no es políticamente correcta, pues haría sentirse molestos a periodistas, jueces, policías, lectores, honrados padres y madres de familia, intelectuales, médicos, etc., así que se buscan otras...
Es que algunos escuchan voces.. pero no saben distinguir si proceden de la tele, la radio, la videoconsola... o de sus propias y enfermas cabezas.. Pero eso es lo de menos, porque al menos alguien les dice lo que tienen que hacer.
¡qué lle imos facer!
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